Historia
Aunque parezca una incongruencia es así, en La Nava se ha perdido el recuerdo de su historia y, no es que no la tenga, es que hasta ahora nadie se había preocupado de investigarla y escribirla.
Desde tiempos muy remotos, el valle del Múrtigas ha atraído a numerosos pueblos por la riqueza que les proporcionaban sus tierras; primero como lugar de caza y cuando se hicieron sedentarios, como tierras de cultivo y de explotaciones mineras.
Varios son los yacimientos arqueológicos que atestiguan el paso por el término de La Nava de los diferentes pueblos que lo han habitado. De estos yacimientos podemos destacar tres de gran importancia: Papatortas, al Oeste de la población hacia la aldea de Puerto Lucia, donde se han descubierto diversos materiales de cerámica, así como una necrópolis en cistas del III milenio a.C. Valdegalaroza, a 2' 5 km. al sur del pueblo y junto a la N-435, en un valle escondido y rodeado de grandes encinares se ha localizado otra necrópolis del II milenio a.C. y donde se han encontrado cerámicas, además de otro tipo de material que se conserva en el Museo Provincial. Pero el mejor de todos los lugares arqueológicos sin lugar a dudas, es la Sierra de la Algaba.
Sobre la cota más alta del término, en un paraje casi inaccesible y de gran belleza, se encuentra una imponente fortaleza con doble cerco de murallas que le proporcionaban una inmejorable defensa ante cualquier enemigo. En este lugar se ha podido encontrar desde hachas de piedra del III milenio a.C., hasta cerámica y monedas romanas del siglo II a.C. por lo que se puede comprobar que el lugar ha estado habitado durante más de 3.000 años. Este lugar ha pasado a la historia por la presencia de los turdetanos, pueblo que habitaron estas tierras hacia el 500 a.C., practicando actividades agropecuarias y también la minería.
Existe la leyenda de que el caudillo Viriato tenía en este poblado una de sus defensas frente a los ejércitos de Roma, ya que se encuentra en el camino que une al valle del Guadalquivir con el Alentejo portugués, pero si el paso del tiempo no ha podido por las piedras de sus murallas, si lo ha hecho la maquinaria utilizada para el aterrazamiento de sus tierras que se han dedicado a la plantación de encinas y alcornoque y que ha sido autorizado por la dirección del Parque Natural, sin tener en cuenta el rico campo arqueológico que se ha destruido, incluyendo varios dólmenes de los que solo quedan los restos.
La llegada de los romanos a las tierras de La Nava, propició el trabajo en las diferentes explotaciones mineras de la zona, de las que extraían hierro, cobre y plata en abundancia, llegando incluso a edificar una pequeña villa para acoger a los mineros que en estas minas trabajaban. El lugar escogido para levantar la villa se encontraba cerca de donde hoy está la Ermita de las Virtudes, pues en sus inmediaciones estaban las minas del Horcajo y de la Eureka, además de la mina María Luisa, donde se han localizado escorias del siglo 1 d.C. Muchas de las piedras de esta villa han servido para la posterior construcción de la Ermita, pues en sus paredes podemos observar diverso material de acarreo procedente de la villa romana.
En las inmediaciones de la Ermita, existen varios lugares donde si nos detenemos un poco para mirar, se pueden encontrar diversos materiales de procedencia romana, tales como monedas, restos de cerámica, los cimientos de las viviendas, tumbas de varios tipos; habiendo sido descubierto en el interior de la Emita un pedestal votivo del siglo I en mármol blanco con tres de sus caras talladas, apareciendo en una de estas caras una escena de caza del jabalí, en otra un ánfora rodeada de dos ramas de pino y en la tercera una inscripción dedicada a Cayo Titinio Severo.
Al sobrevenir la decadencia del imperio romano, llegó también la decadencia de las explotaciones mineras que se fueron abandonando, esto ocasionó el despoblamiento de la villa dejándose a su suerte durante la dominación Visigoda.
Hasta el siglo VIII las tierras de La Nava estaban casi desiertas, solo algún que otro pastor con su rebaño se atrevía a transitar por ellas. Pero la llegada de los árabes supuso para la zona un resurgir muy importante, ya que a la Sierra llegaron agricultores y ganaderos que explotaron las riquezas que les ofrecían estos lugares. La anterior población estaba destruida, por lo que los nuevos pobladores la desecharon y se trasladaron hasta el lugar que hoy ocupa la población, ya que ofrecía mejores perspectivas para la agricultura. El río Múrtigas con su caudal de agua era un buen aliciente para la vida en La Nava. Aquí edificaron sus viviendas, en el río construyeron represas y acequias para regar las huertas; esas mismas represas y acequias que hoy en día siguen utilizando los campesinos de La Nava y que la mayoría desconocen quienes las construyeron. Edificaron molinos movidos por las aguas de este hermoso río y de los que solo quedan las ruinas, pero ahí están para recordamos el paso de los árabes por nuestro pueblo.
La conquista cristiana fue realizada por el rey portugués Sancho II entre el año 1.230 y 1.235, ayudado por la Orden del Hospital, hasta que en el año 1.255 pasa a la corona de Castilla. Cuando el Arzobispo don Remondo en el año 1.261 divide la iglesia del reino de Sevilla en vicarías, le otorga la parroquia de la villa de La Nava a la vicaría de Almonaster, siendo este el primer documento en el que aparece el nombre de La Nava como una villa perteneciente al reino de Sevilla.
El siglo XIV fue muy duro para la vida en La Nava, pues la cercanía de la frontera ocasionaban las incursiones de portugueses que arrasaban las cosechas y robaban los ganados, además de las epidemias de peste que diezmaban a la población, siendo la más grave la de 1.311, que consiguió despoblar la villa, no volviendo a ser habitada hasta 1.341 en el que ya estaban asentadas en sus casas varias familias, que vivían de unos viñedos, del cultivo del cereal y del engorde de los cerdos en las dehesas de encinas que rodeaban a la población. Tal fue el incremento del vecindario y la prosperidad que experimentó, que a mediados del siglo XV solicitan a Sevilla la concesión de nuevas tierras para poder edificar más casas, ya que las que tiene el pueblo son insuficientes; muy grande debió ser el auge que tornó La Nava sobre el año 1.411, que en el Libro Blanco de la Catedral de Sevilla se recoge que en la villa existe un clérigo, un pontifical y una prestamera.
Al tener unas dehesas factibles de sembrar de grano y agua en abundancia en el Múrtigas, comenzaron a restaurar los viejos molinos árabes que se encontraban en sus márgenes y a construir otros nuevos, así como batanes para el tratamiento de la lana. Hacia mediados del siglo XIX existían en La Nava 36 molinos harineros, 5 batanes y 2 molinos de aceite, además de 12 que ya estaban destruídos.
Las guerras con Portugal harán que hacia 1.476 de nuevo quede destruida, por lo que la reina Isabel I concede la exención de tributos para ayudar a la recuperación del pueblo. Pero a estos males se le une que el Concejo de la Villa debía mandar a los hombres en edad de combatir a la guerra, cosa a la que muchos de ellos no estaban dispuestos, negándose a participar en una lucha que en nada les beneficiaba; la consecuencia de esta negativa no se hizo esperar, ya que el día 12 de Junio de 1.474 se presentó en La Nava Pedro de Trujillo, alcaide del castillo de Cortegana con hombres armados, para apresar a los vecinos que no habían querido ir a la guerra. Este hecho hace que el Concejo de La Nava envíe una carta de queja al Concejo de Sevilla informando de todo lo acontecido y solicitando la inmediata puesta en libertad de los detenidos, pues sin su presencia se perderían todas la cosecha, a lo que Sevilla accede de inmediato.
Al terminar la guerra con Portugal, un vecino de Cortegana llamado Diego López, solicita a los Reyes Católicos el título de hidalguía que perteneció a su tatarabuelo Fernand Pérez de La Nava. Era éste un caballero de la Orden de Santiago que había nacido en La Nava en el año 1.323 y que luchó al lado de Enrique II de Trastámara contra Pedro I el Cruel, quien le arrebató el título de hidalguía en 1.360, recuperando todos sus títulos y tierras, una vez muerto Pedro I.
El descubrimiento del Nuevo Mundo supone para la juventud del pueblo un aliciente para mejorar su nivel económico, por lo que son varios de estos jóvenes los que marchan a Sevilla para embarcarse en una gran aventura; entre ellos podemos destacar a Fray Alonso de La Nava, Pedro Lobato, Alonso de Velasco, García Duque de Estrada, Pedro Garda Pacheco, todos ellos marcharon solos a mediados del siglo XVI, siguiéndoles algunas familias enteras.
La vida continúa con sus avatares en el pueblo hasta 1.811 que es ocupado por las tropas francesas el día 10 de Abril, robando el pan y la comida que estaba preparada para los pobres y matando a su alcalde Robustiano Carvajal Arellano, que se había destacado en la lucha de guerrillas junto a su amigo El Tiznao, infringiendo numerosas bajas a las tropas francesas en el Puerto de los Arriscaderos.
El final del siglo XIX supuso para La Nava un periodo de prosperidad, pues se comenzaron a trabajar varias de las 86 minas que existen en el término, siendo la Eureka la que mas trabajo proporcionó a los vecinos, pues en ella se encontraban trabajando a principios de 1.900 un total de 125 personas.
Sobre todo contribuyó al aumento de población, el avance en los medios de transporte, lo que propició que toda la fruta del pueblo podía ser trasladada a los mercados de Sevilla y Huelva en pocas horas, ocasionando con ello el incremento de las huertas. La población de La Nava pasó de 782 habitantes en 1.950 a tener 1.040 en el año 1.960; todo este incremento de población vino a consecuencia de la puesta en explotación de la mina María Luisa, en la que no solo trabajaban hombres del pueblo, también lo hacían de los pueblos limítrofes, pero al parar la extracción de mineral sobre la década de los 70, la emigración fue la única salida para la población, que en la actualidad no cuenta con más de 350 vecinos, dedicados a la labores agrícolas, a la construcción y al trabajo en la granjas avícolas que existen en el pueblo.
Papatortas
Sobre la cima de la sierra del mismo nombre se han localizado diversos materiales que permiten documentar la existencia en este lugar de un asentamiento prehistórico. La cerámica que se observa en este lugar corresponde mayoritariamente a formas topológicas de platos de borde engrosado aunque también están presentes fuentes carenadas, pero con una mínima presencia. En este yacimiento también hemos documentado útiles pulimentados tales como hachas y molinos de mano. Estos materiales permiten fechar la ocupación de este asentamiento en el periodo Calcolítico, en torno al 2500-2300 a.n.e. Se interpreta que el tipo de vivienda consistiría en cabañas, con un zócalo de piedras y estructura de ramas recubiertas con barro para impermeabilizarlas, como lo parece demostrar las improntas que se han documentado. Este asentamiento no contaría con estructuras defensivas ya que no se observan restos de murallas, aunque su ubicación es estratégica, denominando buena parte del entorno de la vega del Múrtiga.
La Nava y su estación de ferrocarril
El ferrocarril Zafra-Huelva, se puso en marcha a finales del siglo XIX, con un recorrido aproximado de 180 Km., de los que casi la mitad discurren entre sierras, de ahí la cantidad de túneles y puentes existentes.
Los primeros pasos fueron muy fuertes, las máquinas utilizadas para tirar de los vagones funcionaban con leña, pues en nuestro término siempre había cuadrillas de hombres cortando encinas, era la mejor madera, extraordinaria para este fin por su combustión y bastante resistente.
Más tarde, llegaron los adelantos y su alimentación se hacía por medio del carbón, trabajo muy duro y sucio para el fogonero o ayudante del maquinista que constantemente tenía que reponer la caldera de la locomotora para conseguir la suficiente fuerza para no perder la inercia, todo ello, ayudado por el agua que tomaban de algunas estaciones donde existía un depósito con la correspondiente grúa para llenar su tanque, con lo que se producía el vapor necesario. La nuestra era una de ellas.
La estación de La Nava, pese a ser muy pequeña y apartada de la población fue una de las que más trabajo aportaba, pues en ella se cargaban a diario vagones de carbón, madera de pino o chopos, arena extraída de la ribera del Murtiga para la construcción, etc. , por eso llegó a disponer de una vía principal, dos auxiliares, una placa para dar la vuelta al vagón y ponerlo en posición correcta dentro de uan vía muerta o sin salida, donde tenían que estacionarse a orilla de un muelle para su carga.
Todas estas operaciones se hacían de forma manual y las cargas a fuerza de sudor.
Sobre los años 35 o 40 del pasado siglo el auge fue relevante, sobre todo en lo referido al carbón de encina, los arrieros con sus recuas de bestias acarreaban en seras de esparto el carbón recogido en los campos, donde los hombres hacían sus hornos después de arrancadas las encinas, taladas y troceadas, siempre a mano y sin un serrucho de larga dimensión para cuando el tronco era grueso, entre dos personas, una a cada lado lo aserraban, trabajo no recomendable por la fuerza a emplear.
Aprovechando éstos momentos tan esplendorosos, se instaló en la estación un señor llegado de Huelva, representando a la firma NEGRON que, acaparaba toda la producción con destino a la capital, era conocido como "El Tío Felipe", para mi gusto buena persona y comerciante a la vez. No solo trasportaba el carbón en el tren, pues la demanda era importante, sino que disponía de una flota de camiones de gran tonelaje y cuando era necesario aparecían por el lugar para marcharse repletos, bien a granel o en las propias seras.
La estación estaba compuesta por una vivienda con despacho para el jefe, disponiendo de un telégrafo tipo teléfono para el control de la circulación de los trenes, una sala de espera, otra habitación con cocina más reducida para el Jefe nocturno o Factor, una mayor para el guarda agujas, un retrete, así constaba en el rótulo y la cantina de dos plantas. Los servicios estaban dedicados a hombres y mujeres en todas las estaciones, porque en los vagones de viajeros no existían como hoy.
Como el paso de los trenes, sobre todo de viajeros era de dos al día, la cantina propiamente dicha, sólo se abría para estas ocasiones, pero durante el día el bar funcionaba en la parte baja donde había un gran patio sombreado por parras, paradero para el descanso y aprovisionamiento de las transeúntes, arrieros, personal de los cortijos cercanos y trabajadores de diario.
Uno de los trenes era el correo, sólo para viajeros, pero llevaba incorporado un vagón-coche dedicado a la correspondencia donde un administrador ambulante recogía y entregaba todo aquello que venía con destino a los pueblos, haciéndose cargo un cartero desplazado, en el caso de La Nava, primero en bestia, después en moto y por último en coche hasta que dejó de funcionar este servicio. Hoy se hace por carretera como en el año 1840, sólo que en aquella fecha llegaba dos veces por semana y en la actualidad es a diario, desde la misma ciudad, Aracena.
El segundo tren, menos importante era mixto, pasajeros y mercancías, sobre todo, pescado por eso le llamaban el "Pescaero", pues tenía la misma finalidad que el anterior pero el reparto era de pescado procedente de Huelva, luego entre uno y otro existían los de transportes diversos. Este servicio se realizaba, uno muy temprano destino Huelva y otro muy tarde hacia Zafra. Como curiosidad os diré que la calefacción para los viajeros, se conseguía por medio de unos tubos de acero de un metro aproximadamente de largo por 20 ó 25 cm de ancho, llenos de agua caliente, sólo para colocar los pies sobre ellos, pues iban sueltos en los departamentos y se rellenaban en Fregenal de la Sierra y Valdelamusa. Durante todo el trayecto no había más.
Con el fin de tener un recuerdo para la historia, os informo que la citada cantina estuvo regentada siempre por mi abuelo materno Celestino Arellano Romero, casado con mi abuela Ramona Muñíz Muñoz, quien la llevó hasta su vejez porque él falleció bastantes años antes que ella. Al amparo de este negocio nacieron mi madre y mis tíos, siendo mis primeros días también allí, pues entre una casilla para los empleados de vías y obras, donde trabajaba mi padre, junto a la estación de Gil Márquez, denominada La Gazapera y la propia estación de La Nava, llegué hasta los seis años de edad.
A partir de entonces mi vida fue otra, pero como seguía en el pueblo, no dejé de ir de vez en cuando hasta su cierre definitivo, que se llevó a efecto siendo mi primera hermana Amelia Arellano Gómez su propietaria por herencia, año 1964.
Podría llenar varios folios sobre éste tema, pero no voy a ser pesado, solo decir a los posibles lectores la tristeza que me entra como a muchos paisanos y paisanas que conocieron su pasado, ver como ha quedado un lugar de tanto trabajo para muchos, de los ratos que pasaron juntos, las reuniones habidas por otros conceptos, ver el paso de los trenes y, hoy solo hay escombros, todo sepultado, no queda nada, es difícil saber si allí existió o no lo comentado. Hasta hace poco estaba considerada como apeadero y colocaron una mampara al estilo de una parada de autobús, pero en la actualidad el tren no se detiene. Abandono total.
Me gustaría resaltar, que la estación fue el eje central de toda la comarca campesina, de una parte de abastecían de lo necesario para su alimentación, y sobre todo de bebidas, especialmente el vino de bastante consumo a granel, sacado de un barril de pequeñas dimensiones por un grifo muy peculiar "la cañuela", de otra celebraban bailes, concentrándose toda la juventud de los cortijos de los alrededores, pasándolo en grande de conformidad con la época.
Supongo que este trozo de RENFE, hoy por hoy no será rentable, de ahí la sola circulación de un tren de cercanías, pero si se reorganizara bien, con buen material, vías más acordes con la modernización de los trenes y en consonancia con la velociadad, con la divulgación extensa de una publicidad adecuada, podríamos conseguir la comunicación con Zafra, desde la que se llegaría a toda España, principalmente al oeste y al norte y desde Huelva por Sevilla con el resto, especialmente el sur.
Esto en cuanto al desplazamiento viajero de largo recorrido, aparte de lo importante que resultaría para el turismo interior, hacer un viaje en tren de aquellos primitivos con su encanto, porque el trayecto es precioso, paisajes de todos los colores, lugares de interés, sierras, valles, ríos, túneles, puentes, parajes, zonas donde pasar unas horas o días , etc, y sería de esperar que si se consiguiera redundaria en beneficio de la propia RENFE, después en personal para estas funciones, el comercio de la sierra se vería incrementado sobre todo los productos del cerdo, los bares, restaurantes y casas rurales, teniendo como fondo final el conocer de una manera directa y distinta los atractivos tan especiales y bellos que nos brinda la Sierra de Huelva.
Por Rafael Lobo Arellano
El Salto
En el inicio del siglo XX el corazón de la Sierra participó de los avances del desarrollo industrial. La electricidad comenzaría a iluminar los hogares serranos proporcionando aires de modernidad. Nos imaginamos la noticia y la acogida que el nuevo sistema tendría entre los serranos.
El uno de enero de 1902, se constituyó ante el notario de Cortesana D. Claudio Sánchez Salazar, una Sociedad Anónima con el objetivo de "...la producción de fuerza hidráulica y térmica para generar electricidad", con un capital social inicial de un millón de pesetas. (García y Fernández, 1995).
Se trataba de aprovechar el curso de agua del río Múrtigas, construyéndose para ello las instalaciones necesarias; un azud o desvío del cauce para conducir por una lieva de 1.8 Kms de longitud y elevar el agua a 39 metros, para descargarla a presión sobre las instalaciones de la Central Térmica "Los Batanes" conocida por "El Salto". Esta empresa instaló una central térmica en El Repilado y se dedicó a diversas actividades, entre ellas las de panadería, fábrica de harinas y almacén de trigo.
Molinos y Batanes
El Siglo XV y el equipamiento molinar
El agua, bien aprovechada, es riqueza, y una magnífica y barata fuente de energía. El notable aumento de la población serrana que se produce a consecuencia de los esfuerzos repobladores del siglo XV, tras las crisis del siglo anterior; guerras entre Castilla y Portugal, epidemias y otras causas, obliga a una mayor producción de cereal para abastecer a la distintas poblaciones.
La Sierra fue siempre deficitaria, así como el conjunto provincial. El abastecimiento de trigo para la Sierra se haría desde Extremadura, abundando por ello las traficantes de trigo y cebada, así como los arrieros. (Nuñez, 1987).
Consecuencia de esta nueva situación es que el número de molinos hidráulicos aumenta casi el doble a finales del XV en las tierras serranas. Así se desprende de la inspección llevada a cabo en 1497 por el concejo de Sevilla, donde se comprueba que de los 170 molinos registrados, 61 era de construcción reciente. ( Pérez-Embid, 1995).
Según esta inspección en esta zona de su tierra conocemos la importancia, propiedad, ubicación y estado de equipamiento molinar serrano a finales del XV, resultando que: En Cumbres Mayores y en el arroyo del Sillo había 14 molinos construidos entre 1462 y 1496, en la ribera del Múrtigas 6 molinos datados del 1492 y 1496, en la Riofrío 4 molinos contruidos entre 1477 y 1493, en Encinasola, en la ribera del Múrtigas, 28 sin datación, en la ribera del Sillo, 9 y en la Nava sin fecha conocida de construcción, se reseñan 2 molinos.
Situación durante los siglos XVIII y XIX.
Parece difícil en esta época conocer la situación con exactitud, ya que incluso las distintas fuentes facilitan diferentes datos.
Dice D. Julián de Castilla, cura propio de la Nava, el diez de mayo de 1796 en respuesta a lo solicitado por Tomás López. "Tiene en sus márgenes muchos batanes y molinos, pues de estos se cuentan dieciséis útiles, sin meter algunos perdidos, que hacen buenas harinas, y en años secos muelen todos, viniendo a moler trigo de la Extremadura, Andévalo y de Portugal, que dista su linde como cuatro leguas de esta villa; y de aquellos, seis que batanan frisas, zaragozas, sayales y otras artes. Tiene un martinete medio arruinado y se ignora si ha trabajado alguna vez". (B.N.M. Folios 172 al 174).
El comentario siguiente, de Custodio Azuela, publicado en la revista El Picón en Enero del 99, nos proporcionan un buen dato acerca de la utilidad de estas construcciones, con las correspondientes presas, además de las consecuencias respecto de la situación en laque se encuentran: "Estas presas eran de gran utilidad pues en ellas se almacenaba el agua para el verano, se hacían sotos donde nacían hierbas y arboles, había abundancia de peces, y de ellas, mediante norias, se regaban huertas. Hoy las presas están rotas y durante el verano no queda agua en casi ninguna parte del curso del río".
En resumen: de aquella importantísima actividad molinar que se desarrolló en la época medieval y cuya utilidad se aprovechó hasta pocos años después de la Guerra Civil, sólo quedan algunos molinos medianamente conservados. Hay que hacer un esfuerzo por la recuperación de lo que aún hoy podría salvarse. Este patrimonio forma parte de la historia de la Sierra de Huelva y no es justo que se deje perder para siempre.
Visite la narración "La Nava y su molino de aceite".
La Nava y su molino de aceite
Hace unos días, mi buen amigo y compañero de colegio Claudio Guerra, me refrescó la memoria y nos fuimos nada menos que a los años cuarenta del siglo pasado, cuando ambos teníamos once años de edad, por eso somos quintos.
Salió la conversación, porque él sabe que yo voy agenciando todo aquello que puedo respecto de nuestro pueblo, tanto por si algún día se puede publicar en alguna revista local o simplemente para el recuerdo.
Al comentar la época, me dijo que rebuscando en uno de sus baúles, mueble poco usado en la actualidad, había encontrado una redacción que hicimos un día que nuestro maestro D. Francisco Medina, nos llevó formando parte de nuestro aprendizaje a visitar el Molino de Aceite que tenía el Sr. Nieto, de Galaroza, en término de La Nava, llamado "EL MARTINETE". Por cierto, he podido saber con un 90% de fiabilidad, que el inicio de esta empresa familiar fue o se dedicó a la fabricación de calderas remachadas, y precisamente por ese constante martilleo pueda venir el nombre de "El MARTINETE", porque está claro que a ellos, creo que eran dos personas, todo el mundo les llamaba los "Martineteros", según me informan sus parientes y quienes les conocieron. Como digo, nuestro profesor nos dio toda clase de explicaciones sobre su funcionamiento, pues al día siguiente teníamos que demostrar que habíamos prestado la debida atención.
Tal y como Claudio explicó, todo el proceso se hacía movido por el agua, que por su propio peso llegaba por una acequia o leva procedente del Río Múrtiga, tomada en una presa construida a propósito, pudiendo comprobar que así era porque nos llevaron a verla.
Fue una jornada muy útil para nosotros, aprovechamos bien aquella lección que tanto el Maestro como los empleados del molino nos inculcaron, pues 65 años después, aun recordamos el trabajo, no solo por el apunte de referencia, sino porque hemos desgranado en nuestra charla todo lo que sucedió aquél día, dando pié a poder relatar en esta ocasión, algo olvidado.
Es una lástima que las Autoridades del momento no se hubieran preocupado por la conservación de ese molino ejemplar. No recuerdo si había alguno más de estas características, todo manual, artesano y su fuerza motriz el agua para hacer mover las piedras que trituraban la aceituna, después la masa la iban pasando a los capachos de esparto, en tandas, una sobre otra hasta que el torno de la prensa estaba lleno, ahí empezaban los hombres con su fuerza muscular ayudados por unas palancas apretando fuertemente para dar salida al caldo, o sea al aceite.
Digo más atrás que no recuerdo si había otro similar, pero el amigo Herminio, conserva pese a sus años, una memoria muy clara y me dice que, en la posada de la Tia Costanza, llamémosle así cariñosamente, hubo otro molino de aceite con anterioridad, pero al notar con agua, como el comentado, la trituración se hacía por el procedimiento de la noria, dando vueltas constantemente alrededor, encargándose de ello un burro enganchado a un palo largo, cuyo nombre ignoro, siguiendo a continuación el proceso normal con la poco agua de que disponían, sacada de un pozo que había y que sigue existiendo en el interior de la casa, pues las posadas ya no están, pero sobre ellas se construyeron o restauraron sendas viviendas.
Volviendo al MARTINETE, creo que su destrucción se podría haber evitado aunque la carretera hubiera ocupado parte de su asentamiento y, hoy podríamos presumir de algo que ya no existe en ninguna parte, sería un museo a visitar junto con el puente del infierno, el medieval o romano, la primera Central Hidroeléctrica de la provincia, los Batanes, algunos de los molinos harineros, incluso el puente del FF.CC. Zafra-Huelva por su ejecución y altura, haciendo un recorrido de 10 Km aproximadamente muy atractivo para los amantes de lo antiguo y de la naturaleza, pues sus enclaves a orillas del Río Múrtiga, son de una belleza extraordinaria.
Podríamos mostrar a las personas que nos visitaran, tan de moda en el turismo interior, algo desconocido para ellos, la forma que tenían nuestros abuelos de trabajar, lo difícil que resultaba conseguir lo que en la actualidad se hace con tanta facilidad debido a la tecnología, pero era digno de admiración ver cómo aquellas personas realizaban sus quehaceres, sacándole rendimiento con el esfuerzo que requiere de la forma más rudimentaria porque no conocían otros sistemas, ni los había, y si los había, no eran aplicables económicamente.
Hemos perdido el legado de nuestros antepasados, hoy, hubiéramos podido contar con esas prendas de lujo, que al final incluso nos hubieran reportado beneficios, pues al poder ser expuestos a la contemplación de los viajeros generarían unos ingresos por varios conceptos, como ocurre en otros municipios donde se las ingenian de tal manera que en cualquier rama encuentran la forma de atraer al turismo.
Espero de nuestras autoridades hagan cuanto puedan para conseguir algo parecido a mi exposición, aunque poco probable por la desaparición casi en su totalidad de éstos inmuebles, pero sobre todo, vean la manera de remover los escombreos del citado molino, con la idea de extraer si se puede o si están, aquellas piedras que tanto fruto dieron en su momento para colocarlas en algún lugar adecuado de nuestro pueblo, como muestra de lo que nunca debió de perderse.
Por Rafael Lobo Arellano
La minería
Primeros pobladores minero-metalúrgicos. La temprana ocupación de este territorio se debe fundamentalmente al aprovechamiento de sus vetas minerales. La arqueología ha demostrado suficientemente esta actividad desarrollada en los aledaños del Múrtigas y de sus afluentes principales.
El valle de Múrtigas se convierte, junto con el del Chanza, desde el Calcolítico a la Romanización, en ejes principales de una intensa actividad minero-metalúrgica, con numerosas explotaciones, la mayoría a flor de tierra. Hoy, es posible afirmar que, a lo largo de todo el recorrido del Múrtigas, la explotación de los recursos minerales se ha desarrollado desde tiempos remotos en mayor o menor medida. En Fuenteheridos, con las minas romanas de Castillejo, un hábitat minero, o la extracción de las calizas marmóreas blancas. Galaroza con sus minas de plata.
La mina Reprise, situada en el Barranco de las Chinas a unos trescientos metros de la aldea. En el Repilado, (Jabugo), la Fundación de la mina Eureka. Se instaló por los concesionarios Sundehim y Doetch, muy cerca de la estación de ferrocarril. Se conserva aún la chimenea.
En el municipio de La Nava se ha demostrado la existencia de numerosas minas. En una inscripción que figura en un ara de mármol blanco, del siglo II, hallada en el umbral de la ermita abandonada, aparece el nombre de C. TITIN (IUS) y tras su estudio, se llega a la conclusión de que corresponde enterramiento de GAYO TITINIO SEVERO, pareciendo corresponder a una persona relacionada con las explotaciones mineras. (González, 1989).
En la encuesta realizada para el proyecto de Diccionario del geógrafo y cartógrafo Tomás López, el cura de la localidad, Don Julián de Castilla, en la respuesta de fecha diez de mayo de 1796, afirma: "También hay algunas minas trabajadas por los antiguos, pero se ignora qué metales producían; y hay una de piedra lapislázuli", y al final del referido informe alude "hay buenas canteras de mármol y de grano para piedras de molino; hay minas de cristal montano y se encuentran algunas piedras finas con algún fondo". (B.N.M. Mº de Tomás López 7.301).
La Mina María Luisa
Hasta hace unos años, se ha estado explotando esta mina que se describe como una mineralización de blenda y galena entremezclada con pirita de hierro y cobre (Pinedo, 1963), así como se han observado mineralizaciones aflorantes de carbonatos de cobre (Hunt, 1992). En esta zona se ha descrito, según los datos de D. Pedro Cruz, técnico que fue de esta explotación, un pozo de 80 cts de anchura, 50 cts. De altura y 2 metros de longitud, con marcas de punterolas muy finas de sección cuadrada que podrían encuadrarse en época romana (Hunt, 1992). En este pozo, según noticias orales aparecieron lucernas romanas, martillo de piedra y otros instrumentos de hierro. En cambio, Pérez Macias (1998) señala que no se conocen referencias a labores romanas en la explotación moderna de la mina aunque indica que su laboreo debe estar implícito por los escoriales localizados en la zona de la ermita de las Virtudes. La explotación de esta mina podría incluso remontarse hasta la Edad del Bronce, si se contratase el tipo de mineralización con los resultados de los análisis de componentes realizados a los escorias y crisol documentados en la necrópolis de cistas de Valdegalaroza.
Mina El Pringón
Esta es una mina de galena de considerables dimensiones que parece haber sido explotada en dos momentos (Hunt, 1992). A la época más reciente corresponderían las marcas de barrena encontradas en el vacié y en los pozos independientes. La explotación más antigua presenta trincheras estrechas, de lasque en profundidad parten galerías que siguen la mineralización (Hunt, 1992). Existen otras explotaciones mineras diseminadas por el término de La Nava aunque se cuentan con evidencias que hayan sido trabajadas durante la Prehistoria o en época romana. Un ejemplo, lo constituye la mina Eureka donde se señaló la existencia de un pozo trabajado muy antiguo, cuando se explotó en el siglo XIX.
Valdegalaroza
La necrópolis de cistas de Valdegalaroza se ubica en la finca del mismo nombre, en el término municipal de La Nava (Huelva) y ha sido objeto de una intervención arqueológica, cuyos resultados preliminares presentamos en este trabajo. Esta necrópolis ya fue excavada en los años 70 por el director del Museo de Huelva, Mariono del Amo y sus materiales se conservaban inéditos en los fondos de esta institución. La excavación de Mariano del Amo, se centró en una sola tumba, mientras que la necrópolis está compuesta por 5 tumbas, de las cuales sólo se conserva, la cista que fue excavada y la que ahora ha sido intervenida. Las restantes tumbas se han visto destruidas por el expolio y saqueo.
La necrópolis de Valdegalaroza se inserta en aquellas localizaciones con pequeño o muy pequeño número de enterramientos, que son las que predominan porcentualmente en la comarca serana de Huelva. La disposición topográfica de los enterramientos está en torno a la cota de 500 m.s.n.m, a media ladera de un cerro con una altitud máxima de 526.5 m.s.n.m. La tendencia de la necrópolis es a agruparse, no encontrándose una gran distancia entre las tumbas, con un radio máximo de 15metros. El hábitat de la Edad del Bronce conocido que se encuentra a una menor distancia y al cual se puede asociar es La Bujarda. El paisaje del entorno corresponde al característico de la Sierra de Aracena, dehesas de encinas y alcornoques y con un sustrato geológico correspondiente a metavulcanitas ácidas del Precámbrico superior.
A pesar de las circunstancias que aconsejan la realización de la intervención en la necrópolis, el estado de conservación de la tumba que hemos excavado puede ser calificado de forma genérica de bueno. Ello constata con el estado general de conservación de la necrópolis de Valdegalaroza, así como de las restantes necrópolis de cistas de la comarca serrana de Huelva.
Las alteraciones postdeposicionales sufridas por la cista han sido:
* Derivadas del natural poroceso de erosión superficial, que ha afectado sobre todo el contenido de los enterramientos y especialmente a los restos óseos humanos.
- Derivadas de la presión descendente de la ladera sobre la cámara hueca de la cista que ha provocado que las lajas se hayan vencido, hundido o desplazado hacia el interior de la tumba o en dirección Sur, de acuerdo con la orientación de la ladera donde se ubica la tumba.
- La acción de obras privadas, con construcción de terrazas que pusieron al descubierto parte de la tumba
- Derivadas de la vegetación, con la presencia de raíces, tanto en el exterior como en el interior de la tumba que han provocado procesos físicos y químicos.
Registro Arqueológico
Las tumbas de Valdegalaroza se insertan en el patrón de enterramientos en cistas, documentados durante el II milenio a.n.e en el Suroeste peninsular. Se caracterizan por una fosa de planta rectangular revestida de lajas en sus 4 lados y posteriormente recubierta con 1 o varias lajas horizontales que conforman una cámara.